Verano (antes)
Empezó enero, odio el verano.
Terminaron las clases, pasé a tercero y Papá Noel me trajo
un bebé que parece de verdad. Mucho mejor que lo que me trajeron los Reyes la
otra vez. Habíamos ido con la colonia a Necochea y mi hermano, que es mucho
menor que yo, se coló y vino conmigo, no sé para qué. A la noche, antes de
dejar los zapatitos, en la cena nos sirvieron "arroz con leche", una
cosa horrible que se parece al vómito, pero nos dijeron que si no nos comíamos
todo los reyes no pasaban así que me lo comí. No se para qué tanto esfuerzo,
sólo me trajeron un vestidito para las muñecas! Lo peor es que a mi hermano le
trajeron unos teléfonos que funcionan como los verdaderos! Nunca más voy a
comer arroz con leche!
La semana que viene nos vamos con mi abuela Julia a Bell
Ville, en Córdoba. Ella tiene cara de mala pero no es tan mala: le gustan los
perros. Vive en una pieza en una pensión cerca de Congreso. Cuando la visitamos
jugamos a que le vendo caramelos a mi hermano. Me encanta el sonido crujiente
de los papeles al meterlos en una bolsa También vamos a la plaza a darle de
comer a las palomas.
En Bell Ville nació mi mamá y allí vive Mamina, mi madrina.
Cuando yo nací tenía 70 años; es viejísimas y camina con 2 bastones. Dice que
conoció a Sarmiento! La casa es inmensa, tiene 3 patios. En el último, donde
crecen los zapallos y las rosas hay un piletón donde me lavo el pelo. Cuando
voy al baño, de noche, mi mano calcula a la perfección donde está la llave de
la luz porque tengo miedo de tocar un insecto en la oscuridad. Córdoba está
llena de bichos: langostas, cucarachas, “juanitas”, que son como unos
cascarudos de patas altas que dejan un olor raro si las tocás.
La quiero mucho a Mamina, pero es muy aburrido: no hay
televisión! Además hace tanto calor que a la hora de la siesta nos encerramos
en el zaguán para no tener que dormir porque allí está más fresco. Para pasar
el tiempo mi hermano caza unas enormes hormigas negras y las pone en un balde
lleno de agua con algunos juguetes que flotan. Las que logran subirse, se
salvan. Entonces él las pone en un frasco aparte para que no tengan que nadar
dos veces. Yo sólo miro, no hago nada. A veces, vamos al río.
Nunca se lo
conté a nadie pero a mí me gusta que empiecen las clases. Cuando voy al colegio
la paso bien, están todas mis amigas. Pero a ellas les miento y les digo que
las vacaciones estuvieron buenísimas, que me divertí mucho y que no veo la hora
de que llegue el verano.
Verano (ahora)
Empezó enero, odio el verano.
Después de mi cumpleaños (soy de Cáncer, ascendente en
Capricornio) el tiempo se acelera y los meses que hasta ese momento marchaban a
ritmo constante toman velocidad y no paran hasta el día de Navidad: justo el 25
el tiempo se detiene.
Me gustan los ritos y ceremonias, proyectar y preparar,
construir esos mojones que me confirman que el camino continúa. Antes también
me gustaban las fiestas... Sigo proyectando y preparando pero cada año el
proceso es un poco más vacío, un disfraz, una obra teatral que representamos
cada 365 días y que cada vez tiene menos actores. Alguna vez debería tratar de
cambiar de guión, o por lo menos de escenario: una navidad blanca en New York o
París, por ejemplo.
No sé si los astros tendrán algo que ver (tampoco sé si creo
en los astros) pero tengo la certeza de que este proceso es inevitable. El 25
de diciembre empieza enero, llega el calor, freno y toda mi existencia entra en
una hibernación invertida. Aunque forzoso hay una pequeña luz de cordura en mi
cabeza que me asegura que por suerte también es pasajero. Prendo el aire
acondicionado sintiendo la perenne amenaza del corte de luz, ese oscuro
monstruo agazapado; lleno mi cueva con proyectos bizarros: un libro de dibujos
de gatos, pintar una pared, ordenar el placard y tirar lo que no sirve, un
taller literario; y me acurruco tratando de imaginar marzo y sus promesas. Cuando
los días empiecen a acortarse, poco a poco llegarán las nubes, las nieblas, las
tormentas y yo comenzaré a revivir. Voy a salir con mi cámara de fotos buscando
grises y sombras, susurros; a recuperar mis espacios conocidos, mis compañeros
de caminos; la rutina protectora. En ese momento me voy a proponer, otra vez
sin éxito, ordenar los placares, tirar lo que no sirve...
En esa rueda del tiempo que cada vez parece girar más rápido
mi edad no me deprime, me sorprende. Sesenta años, ¿cómo puede ser si todavía
soy a veces una nena rencorosa, una adolescente tímida, una madre insegura?
Hoy anuncian
34 grados, húmedo e inestable... Recién empieza enero... La
vida sigue
girando.
Verano (después)
Empezó enero, ¿odio el verano?
Toda mi vida repetí esta frase absolutamente convencida de
su exactitud, pero si hay algo que el tiempo me ha enseñado es que nada es
absoluto. Las cosas en las que creía firmemente han ido ablandando sus
contornos, de la misma forma en que los objetos han perdido precisión gracias a
la presbicia; ya no son definitivas. Las certezas han dado paso a las dudas, a
la aceptación de que si, a veces (sólo a veces), puedo equivocarme.
No creo haber desperdiciado ese doceavo de mi vida
representado por todos los eneros, 2500 días de mi existencia. Probablemente
esos calurosos y odiados veranos me sirvieron como una pausa; ese mal humor
estacional me permitió afrontar los once meses restantes con relativo
optimismo.
No voy a hablar del tiempo vivido y el por vivir: hay
cálculos que es mejor no hacer. Tengo proyectos; quiero y soy querida. Cada día
es un regalo que trato de aprovechar aunque sea "no haciendo nada",
algo que aún no me es fácil de concebir.
Aunque parezca increíble todavía el lugar del alumno es uno
de mis preferidos. Debo ser insoportable mezclándome con gente mucho más joven,
pero que se las aguanten. Una de las ventajas de tener 80 años (alguna tenía
que haber) es que ya se nos perdonan muchas cosas o... A lo mejor no, pero
disimulan... O no me doy cuenta...
El año que
viene, para las fiestas, voy a hacer algo diferente. El 23 de diciembre nos
vamos a tomar un avión hacia New York y nos vamos a quedar hasta febrero. Un
enero sin calor, con un frío de los demonios y muchas fotos blancas de nieve,
con árboles sin hojas, olor a canela, luces de colores y villancicos en inglés.
Por fin me voy a dar cuenta de si todo el asunto de mi hibernación invertida
era una cuestión de astrología o, simplemente, un problema meteorológico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario