jueves, abril 07, 2016

diario

12 de julio de 1978
Hoy me levanté temprano, me tocaba ir a trabajar; todavía era de noche, llovía, hacía frío. ¡Qué aburrido es llenar planillas con números y más números que no significan nada!, pero por lo menos no tengo que ir todos los días. No me gusta desayunar cuando me levanto temprano; no desayuné.
A media mañana sonó el teléfono, era para mí, raro. Un accidente. Dicen que no es grave, que están en el hospital de Gonêt. Frío, calor, miedo, nada… Todo mi cuerpo se llena de una inconmensurable sensación de vacío. Mi papá se ofrece a llevarme. Sigo en blanco, entre paréntesis, todavía llueve. En la ruta hay agua acumulada, vamos despacio. A un costado de la ruta vemos el auto verde, destrozado junto a una columna.
Va a estar bien –dicen- me acompañan a terapia intensiva. Vienen todos: sus padres, mi hermano, gente. Se hace de noche y poco a poco se van, todos. Me quedo sola rodeada de mi propio vacío. Puntos suspensivos.
Estoy sentada en la enorme sala de espera, no puedo entrar a verlo. Está fuera de peligro –insisten-.
La lluvia se transforma en tormenta, rayos y truenos, se corta la luz. En la oscuridad estamos por fin juntos, solos.
Punto seguido.

17 de diciembre de 1983
Por suerte hoy no hace calor, a las 10 teníamos hora para la ecografía. Dijo que la pasáramos a buscar el lunes pero que me vaya preparando, que no iba a ser en enero como habían dicho, que faltaba poco.
Nos fuimos a caminar por Santa Fe. No tengo problemas con caminar, lo que no puedo es quedarme parada en un mismo lugar. Llegamos hasta Retiro, almorzamos en el Sheraton.
A la noche, asado en el fondo del negocio. Estábamos todos: Silvia y Norberto, Elsa y Teté, Roberto y Memi, Mariano y Norma, los chicos. A Roberto no se lo ocurrió mejor idea que costar maderas con mi cuchillo y lo rompió… No sé si voy a poder perdonarlo. El fuego tardó en encenderse, el carbón estaba húmedo.
Nos divertimos pero después, en casa, no me sentí bien; me la pasé yendo al baño toda la noche.
A la madrugada me desperté con la ropa húmeda. O rompí bolsa o me hice pis, le dije un poco en broma. Dormido me respondió: te hiciste pis. Yo nunca me hago pis- le aclaro.
Hicimos el bolso y nos vinimos a casa de mis suegros, que están de viaje pero tienen teléfono. Aquí estamos, esperando.

23 de febrero de 1999
Ayer llegamos de Liverpool y nos fuimos a dormir temprano. Hoy desarmamos las valijas y preparamos los bolsos para ir a Ámsterdam. Christine reservó a último momento, como siempre, 2 habitaciones en un bed&breakfast  en una antigua fábrica de colchones cerca de la estación. Luis se fue a trabajar por la mañana y quedamos en encontrarnos los 6 en la Gare du Nord a las 5, una hora antes de la partida del tren. A las menos cuarto todavía no había llegado. Acostumbrados a los “tiempos de Luis”, subimos a nuestro vagón con nuestro equipaje y el suyo. Llegó a las menos 5, pero llegó (a veces no llega). Quiso bajarse a fumar un cigarrillo, casi lo matamos.
Llegamos de noche, como siempre. El hotel, como todos los hoteles baratos cuando uno llega de noche, se veía deprimente, no olía muy bien. Fuimos a comer pizza (siempre hay que comer pizza para sentirse en casa), nos reímos, lo perdonamos, otra vez. Jenny y Flo son como hermanas, se aman y se odian, se tiene unos celos tremendos.
Justo nos fuimos a dormir y suena el teléfono, larga distancia. Es mi hermano, se murió mamá.


11 de septiembre de 2013
Cuando uno entra el tiempo deja de existir, y con ese tiempo detenido uno mismo se pone en estado de espera.
Un objeto a estudiar, arcilla en manos de otros hombres.
El mismo miedo que nos trajo hasta aquí no nos permite levantarnos e irnos. Pero es más la inercia, el ponerse en el lugar del objeto lo que no nos deja rebelarnos y escapar.
Los hombres de blanco nos han convencido de que saben lo que hacen, de que saben qué es lo mejor para nosotros.
No les creemos, pero permanecemos acostados en la camilla, pacientes.
Etimológicamente perfecta, esa palabra nos define.
Pacientes esperamos a que el tiempo se ponga de nuevo en movimiento; abandonar el terrible ciclo que nos lleva de la desesperante espera a la angustia del no saber que pasa. Queremos que la vida reanude su marcha, y que avance para el lado correcto, el de nuestra rutina tranquilizadora, ahora rota silenciosamente.

No pasa nada, eso debería ser suficiente...  Nada pasará, si dios quiere (como dicen los viejos). Nada grave pasará, trato de convencerme...Pero ahora uno es nadie, flotando en la espera.

Y lo peor es cuando pasa algo y no es lo que uno deseaba. Cables, mangueras, luces y aparatos conectados a ese cuerpo que ya no nos pertenece. Porque sí, porque lo dicen las arbitrarias reglas que ellos escribieron y hacen cumplir, no porque sea necesario, sólo para demostrarnos definitivamente que nos poseen. Y no se trata de una posesión amorosa, es la invasión violenta de un guerrero delicado pero no por eso menos bárbaro.

Que esté todo bien, que esté todo bien, qué esté todo bien. Es lo único que me atrevo a pedir, esperando.

Ganas de llorar, de vomitar, de cagar... Un agujero en el estómago, frío, voces interiores que tratan de reafirmar que está todo bien, que es un examen de rutina y otra voz, que intento amordazar, la voz del miedo.

A pesar de todo, no era yo en una cama de hospital. Era otro que también soy yo.

A pesar de todo, gracias a dios, como dicen los viejos, como estoy empezando a decir, todo pasó.
Hoy es el día después… puedo recuperar mi rutina, doy una vuelta a la manzana , saco fotos.

Gracias a dios.

26 de enero de 2016
Ayer a la mañana me fui a Primi Piatti, ¡qué felicidad sentarse en la vereda con la Coca Cola con hielo y limón (¿puede ser Pepsi?), con mi cuaderno y mi lapicera y la suave brisa después de un domingo aplastante. Aunque el calor estuviera allí afuera y no adentro, aunque no hubo corte de luz, ¡yo con calor no puedo hacer nada!
Un diario, 5 entradas, ¡a quién se le ocurre! Y con mi falta de imaginación, si me piden un diario tengo que escribir el mío, tengo que decir la verdad. Pensé en escribir el diario de mi gato pero me sentí incapaz de llenar 3 carillas con sus pensamientos. ¡Lo único inteligente que han hecho los gatos es hacernos creer que son inteligentes!
A la mañana escribí tres entradas. Me salieron con frases cortas, como a saltitos. En las tres hay un teléfono, sin planearlo. Dos más, 3 carillas… Me acordé de un texto que escribí hace un tiempo… No llevo un diario pero fue escrito en la sala de espera, como si lo fuera. ¿Dos con hospitales? Lo pongo (¿trampa?) Me queda uno. ¡Le voilà! (como es mi diario lo pongo en francés, aunque sea un poco snob)
Suena el teléfono…
Justo 3 carillas en letra número 12. ¡Siempre tan cumplidora!


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