Sentados
a una mesa del bar “Los galgos”,
en la ventana de la esquina de
Lavalle y Callao. Sobre la mesa dos cafés se enfrían, abandonados. El cielo
gris y pesado anuncia una tormenta de verano.
-Hace
mucho que no llama por teléfono. Todo lo que uno hace por los hijos y ¡para
qué! ¡Nunca piensan en nosotros! Yo no quiero ser una carga, todo lo contrario,
pero una llamada cada tanto, para saber cómo estamos...
-¡Un
bajón! Todos los días lo mismo... Trabajar, mirar la tele, dar una vuelta,
tomarse un café...Un día mando todo a la mierda y empiezo de cero. Tiro los
dados y pruebo, ¡a lo mejor me sale generala!
-A
nuestra edad uno empieza a preocuparse por la salud. Lo que antes era una
indigestión ahora es una amenaza de cáncer de útero. Hay tantas cosas en internet
y en la tele que no se puede hacer nada sin miedo a enfermarse. Si no es el
cáncer es el estrés o el colesterol que te tapa las arterias, te atacan por
todas partes.
-Porque
el trabajo ahora es una porquería. Viene un pibe joven y se cree que se las
sabe todas. Salen de la facultad y a los dos días se sienten especialistas. ¡Todos
son especialistas y tienen un master en no sé que carajo pero después vienen y
tenés que arreglar algún quilombo que hicieron!
Allá
afuera empieza a llover. Las gotas ejecutan su música silenciosa sobre el
pavimento. La gente corre inútilmente para no mojarse. Ellos miran por la
ventana, juntos.
-¡Se
largó! Por suerte entré la ropa. No me acuerdo si cerré la ventana del baño.
Ojalá no nos hallamos olvidado. Mañana voy a llamar a Beatriz, anda bastante
deprimida desde que se separaron. Para colmo se enteró de que Pablo ya salía
con Elsa cuando todavía estaban juntos. ¡Darse cuenta de que todo era una
mentira es lo peor!
-El
viernes es la cena con los ex-compañeros del Pellegrini. No sé cuántos vendrán,
cada año somos menos. A algunos da pena verlos. A Juan no le queda ni un pelo y
Fernando tiene una panza que parece embarazado. No es que yo me cuide mucho
pero no estoy tan arruinado como ellos. ¡Qué tetas tiene la chica que entró
recién! Y encima con la remera mojada se le marca todo.
-Los
de esa mesa deben ser turistas. Aquí nadie cena a esta hora y con café con
leche. Milanesas con papas fritas y café con leche, ¡horrible! No sé que vamos
a comer esta noche, en la heladera no hay nada... Podemos pedir empanadas. A la
vuelta abrieron una pizzería nueva y las empanadas tienen buena pinta. ¿Qué
habrá hoy en la tele? En verano no pasan nada interesante, las series son todos
capítulos repetidos.
-No
veo la hora de que pare de llover y nos vayamos a casa. Está lloviendo pero no
refrescó nada. Ahora está más pegajoso. El café de aquí es una basura y te lo
cobran como si fuera bueno. Llego, pongo el aire y prendo la tele, hoy creo que
juega el Barça. Prefiero un partido español que seguir viendo perder a Boca.
Espero que hoy no cenemos otra vez empanadas, ¡me tienen podrido!
-Paró
de llover y salió el arco iris. Qué lástima que mi celu no saca buenas fotos
sino sacaba una y se la mandaba a Virginia a ver si me contesta y por lo menos
tengo alguna noticia de ella. A esta hora todavía debe estar en el trabajo...
Mejor no la molesto.
Afuera
la tormenta pasó. Las calles relucientes reflejan las primeras luces de la
noche.
¡Mozo!
-dice el hombre, rompiendo el silencio por primera vez- ¿cuánto es?
Paga, se pone de pie. Ella se levanta,
guarda el celular en la cartera y lo sigue. En la puerta se toman de la mano y
se alejan, juntos.
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