No me gusta decir que soy fotógrafa, pero saco fotos.
Todo el tiempo, en todo
lugar, ando por la vida juntando imágenes: paisajes, rostros, detalles, luces,
cielos, soledades.
Miles
de fotos en blanco y negro se acumulan en mi casa y la invaden, pegadas en los
muebles, pinchadas en las paredes, escondidas en los libros.
Poco
a poco todo lo que me rodea ha ido perdiendo el color para teñirse de los
infinitos matices del gris, desde el negro más profundo hasta un blanco
inmaculado y absoluto.
Lenta,
sutilmente, mi vida también se ha transformado. Ahora vivo y sueño
monocromáticamente, añorando mi antigua existencia technicolor.
Lenta y sutilmente, desde que se fue llevándoselo todo menos esta antigua cámara fotográfica…
Lenta y sutilmente, desde que se fue llevándoselo todo menos esta antigua cámara fotográfica…
3 comentarios:
Un nuevo blog para visitar y visitarte. Muy lindo lo que escribiste. Un beso.
Daniel.
Ando aquejada de la misma obsesión, aunque ya no las imprima como al principio, salvo excepociones, que guardo en una maleta de los años 70 que cuesta cerrar y abrir como una alegoría de mis intermitencias con la cámara.
Elisa, me encanta lo que cuentas y cómo lo cuentas en este post.
No hay que descartar nada... periodos de color, bicolor, nococromos... el ánimo que nos lleva al clic.
Un beso,
No quisiera imaginar qué veríamos "si fueras fotógrafa"
Tienes un ojo especial, un encanto-semi-locura que te hace única, con eso se nace.
Besos
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