miércoles, abril 06, 2016

los galgos



Sentados a  una mesa del bar “Los galgos”, en la ventana  de la esquina de Lavalle y Callao. Sobre la mesa dos cafés se enfrían, abandonados. El cielo gris y pesado anuncia una tormenta de verano.

-Hace mucho que no llama por teléfono. Todo lo que uno hace por los hijos y ¡para qué! ¡Nunca piensan en nosotros! Yo no quiero ser una carga, todo lo contrario, pero una llamada cada tanto, para saber cómo estamos...
-¡Un bajón! Todos los días lo mismo... Trabajar, mirar la tele, dar una vuelta, tomarse un café...Un día mando todo a la mierda y empiezo de cero. Tiro los dados y pruebo, ¡a lo mejor me sale generala!
-A nuestra edad uno empieza a preocuparse por la salud. Lo que antes era una indigestión ahora es una amenaza de cáncer de útero. Hay tantas cosas en internet y en la tele que no se puede hacer nada sin miedo a enfermarse. Si no es el cáncer es el estrés o el colesterol que te tapa las arterias, te atacan por todas partes.
-Porque el trabajo ahora es una porquería. Viene un pibe joven y se cree que se las sabe todas. Salen de la facultad y a los dos días se sienten especialistas. ¡Todos son especialistas y tienen un master en no sé que carajo pero después vienen y tenés que arreglar algún quilombo que hicieron!

Allá afuera empieza a llover. Las gotas ejecutan su música silenciosa sobre el pavimento. La gente corre inútilmente para no mojarse. Ellos miran por la ventana, juntos.

-¡Se largó! Por suerte entré la ropa. No me acuerdo si cerré la ventana del baño. Ojalá no nos hallamos olvidado. Mañana voy a llamar a Beatriz, anda bastante deprimida desde que se separaron. Para colmo se enteró de que Pablo ya salía con Elsa cuando todavía estaban juntos. ¡Darse cuenta de que todo era una mentira es lo peor!
-El viernes es la cena con los ex-compañeros del Pellegrini. No sé cuántos vendrán, cada año somos menos. A algunos da pena verlos. A Juan no le queda ni un pelo y Fernando tiene una panza que parece embarazado. No es que yo me cuide mucho pero no estoy tan arruinado como ellos. ¡Qué tetas tiene la chica que entró recién! Y encima con la remera mojada se le marca todo.
-Los de esa mesa deben ser turistas. Aquí nadie cena a esta hora y con café con leche. Milanesas con papas fritas y café con leche, ¡horrible! No sé que vamos a comer esta noche, en la heladera no hay nada... Podemos pedir empanadas. A la vuelta abrieron una pizzería nueva y las empanadas tienen buena pinta. ¿Qué habrá hoy en la tele? En verano no pasan nada interesante, las series son todos capítulos repetidos.
-No veo la hora de que pare de llover y nos vayamos a casa. Está lloviendo pero no refrescó nada. Ahora está más pegajoso. El café de aquí es una basura y te lo cobran como si fuera bueno. Llego, pongo el aire y prendo la tele, hoy creo que juega el Barça. Prefiero un partido español que seguir viendo perder a Boca. Espero que hoy no cenemos otra vez empanadas, ¡me tienen podrido!
-Paró de llover y salió el arco iris. Qué lástima que mi celu no saca buenas fotos sino sacaba una y se la mandaba a Virginia a ver si me contesta y por lo menos tengo alguna noticia de ella. A esta hora todavía debe estar en el trabajo... Mejor no la molesto.

Afuera la tormenta pasó. Las calles relucientes reflejan las primeras luces de la noche.
¡Mozo! -dice el hombre, rompiendo el silencio por primera vez- ¿cuánto es?

Paga, se pone de pie. Ella se levanta, guarda el celular en la cartera y lo sigue. En la puerta se toman de la mano y se alejan, juntos.

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